En la Francia de entre guerras mundiales, todavía sobrevive una rara secta católica: la de aquellos que no reconocen a la Iglesia desde que el papa pactó con Napoleón un siglo atrás. El niño Catòia, llamado el empolvado, por la costumbre de empolvarse los cabellos como en el siglo XVIII, es el último descendiente de una familia occitana de refractarios. Su infancia podría haber sido la de cualquier niño de la campiña si no hubiera sido por su abuelo, que lo preparó para que fuese el heredero de la “Pequeña Iglesia” contra la voluntad de su madre. El libro de Catòia es la novela mayor de la literatura occitana y una espléndida metáfora de las comunidades que agonizan en una marginación voluntaria.