De Boris Vian a Raymond Queneau pasando por André Martel, no faltan poetas que jugaron un rol principal en las actividades del Colegio de la Patafísica. Pero si hay que elegir un nombre emblemático en este Imperio, ése es el de Julien Torma (1902-1933), de quien, a bote pronto, se puede decir que fue “el más grande de los patafísicos del siglo XX”. “Nosotros estamos –escribió– en las connivencias adivinadas y el secreto de Polichinela, en la negación de la risa, aunque fingida, y en la seriedad animada a traición, en la degustación del puro espectáculo de la imbecilidad, en su necesidad triunfal”.